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Índice
 “Variables en la Construcción de Subjetividades”
 Algunos de los efectos que la  posición social subordinada de la mujer  produce en su salud mental. 
Por Analia Aguilar

Artículo  N º 2:
 Dos autores de Ruptura:
Karl Marx y  Friedrich Nietzche

Por Analia Aguilar



Articulo 1
Facultad de Psicología
Introducción a los Estudios de Género
Cátedra:
Titular: Prof. Adjunta Regular a cargo: Lic. Ana Maria Fernández

“Variables en la Construcción de Subjetividades”
Algunos de los efectos que la  posición social subordinada de la mujer  produce en su salud mental.
   Aguilar Analia    
  12 de junio 2009






Índice
1. Introducción
2. Desarrollo
-          2.1 Concepciones sobre la construcción social de la identidad de género
-          2.2 Los Mitos de la modernidad sobre la feminidad y sus consecuencias en la producción de subjetividad 
-          2.3 Algunas consideraciones sobre cómo afecta esta posible construcción de feminidad moderna en la salud mental de las mujeres hoy 
- 2.4 Algunos factores de la vida cotidiana de las mujeres que pueden incidir en su salud mental 
3. Conclusiones.
4. Bibliografía


1. Introducción

En el presente trabajo nos proponemos analizar desde una perspectiva de género, cómo la salud mental de las mujeres (tomaremos como referencia a mujeres Argentinas de clase media a alta urbana, de mediana edad entre 30 y 55 años. Teniendo  en cuenta que  nada en lo social es homogéneo) está en estrecha relación con los roles sociales adjudicados de manera naturalizada a la feminidad. Nuestra hipótesis es que estos roles sociales, afectan a los modos socio-históricos de subjetivación, teniendo incidencia en la manera de enfermar de las mujeres. Utilizaremos como fuentes principales para tales desarrollos los lineamientos otorgados por la cátedra “Introducción a los estudios de género.” Prof titular a cargo Ana Maria Fernández, para analizar las concepciones de género y algunas nociones de la psicoanalista Mabel Burin, quien desarrolla específicamente la relación “mujeres y salud mental.” en su libro; “Estudios sobre la subjetividad femenina. Mujeres y salud mental.”
El recorrido que realizaremos en el presente escrito es el siguiente:
Comenzaremos aportando datos sobre  la definición de género que guiará el trabajo, y las relaciones de poder en juego.  En una segunda instancia desplegaremos desde qué prácticas y discursos se han construido los distintos mitos sobre la feminidad en la modernidad y sus consecuencias en la subjetividad. Continuaremos indagando sobre la manera que afectan actualmente a la salud mental de las mujeres estos mitos. Por último, indagaremos sobre los factores de riesgo para la salud mental de las mujeres a partir de las condiciones en su vida cotidiana.

2. Desarrollo

ü  2.1 Concepciones sobre la construcción social de la identidad de género
                
Partiendo de considerar a las identidades sexuadas como construcciones socio históricas “que promueven el desarrollo de algunos rasgos de personalidad y la inhibición de otros”[1], se puede analizar cómo la producción de subjetividades masculinas y femeninas, producen distintos tipos de modos de enfermar, más allá de la singularidad de cada sujeto. Siguiendo a la Dra. Mercedes López consideramos al concepto género como una categoría de análisis  que permite examinar los roles asignados a varones y mujeres, y también permite indagar sobre los motivos y consecuencias  de la desigualdad entre unos y otras en la sociedad. Es clave este concepto “para comprender cómo en nuestra sociedad se internalizan los rasgos definidos como femeninos –y desde luego, los definidos como masculinos en el caso de los varones-, mediante un complejo mecanismo social e individual de adquisición de identidad de género.” [2] Estos roles asignados producen distintos tipos de patologías.
Se entiende al sexo como “referido a lo biológico, y al género como los significados culturales atribuidos a tales diferencias, este varia espacialmente (de una cultura a otra) temporalmente (dentro de una misma cultura de una época a otra) y longitudinalmente (a lo largo de la vida de cada persona)”[3] Por lo que es mas apropiado hablar de las feminidades y de masculinidades. Actualmente podemos inferir que hay varios modelos de lo femenino y lo masculino coexistiendo y que el discurso patriarcal permanece vigente, produciendo distintos efectos  en los diversos estratos socioculturales.
Ana Fernández conceptualiza la lógica de la “episteme de lo mismo”  para analizar desde que regimenes de verdad se construyeron las desigualdades entre los géneros. Considera que esta lógica consta de dos ecuaciones simbólicas: Hombre=hombre (masculino=humano) y diferente=inferior. En lo que respecta a la sociedad occidente se ha tratado históricamente a la diferencia como desigualdad, inferioridad. Por lo que las ciencias y particularmente el discurso médico  tomaron como matriz al hombre, blanco, de clase media, de los países centrales como fundamento del conocimiento científico. Tanto las teorías científicas y las formaciones discursivas como las prácticas se organizan desde la episteme que se inscriben y es algo propio de una cultura en cierto periodo histórico. Por lo que el discurso médico, y en nuestro caso el discurso sobre la salud mental produjeron conocimiento sobre la manera de enfermar de las mujeres desde un modelo masculino.
Mabel Burin considera que el campo de la salud mental de las mujeres hoy está en formación, y explica que históricamente se ha abordado desde tres perspectivas: la tradicional, en donde la salud de la mujer estaba inclinada a la salud reproductiva y la salud mental quedaba unida a los problemas psíquicos que tuvieran como efecto las patologías de la reproducción. La perspectiva moderna (o concepción tecnocrática), que pone énfasis en los estados de armonía y de equilibrio para caracterizar la salud mental. Y se supone a la salud como un lugar al que hay que arribar, mediante implementaciones técnicas utilizadas por expertos principalmente mediante psicoterapia o fármacos.
Y por último la concepción actual,  es la concepción participativa en salud mental que aún está en construcción. Esta autora reconoce la necesidad de ubicar a las mujeres como sujetos sociales activos    definiendo acciones y criterios de salud mental  desde sus mismas protagonistas con la colaboración de los equipos de salud multidisciplinarios. Su objetivo está centrado en concientizar a las mujeres de sus condiciones de vida y analizar los factores opresivos que constituyen  modos de vida enfermantes. Por lo que esta autora sostiene que “Desde esta perspectiva el interés se centra en analizar los factores  de nuestra cultura, a la que caracterizamos como patriarcal, con sus normas y valores acerca del lugar  y el papel de las mujeres dentro del patriarcado.”[4]
 A su vez Débora Tajer  explica que las asimetrías sociales entre los géneros en tanto colectivo, establecen “Vulnerabilidades diferenciales relativas a los roles sociales que mujeres y varones pueden y deben cumplir en el marco del patriarcado. Lo cual determina modos de vivir, enfermar, consultar, ser atendid@s y morir.” Por lo que expresa que si actualmente se caracteriza a las necesidades en salud “como un fruto en la interacción entre los biológico, lo subjetivo y lo social, es importante tomar esta triple determinación para responder de manera equitativa a necesidades diferenciales, como es el caso de las cuestiones de género.” [5]

ü  2.2 Los Mitos de la modernidad sobre la feminidad y sus consecuencias en la producción de subjetividad

El patriarcado  es una modalidad específica de relaciones de poder, en el cual tiene mayor poder el varón que la mujer, una repartición inequitativa entre hombres y mujeres. Distintos discursos y prácticas han legitimado su poder. Pero actualmente ha disminuido su legitimidad, aunque continúa existiendo. Schmukler plantea que el patriarcado se fue mistificando en la transición de la época tradicional hacia la modernidad en donde se cubrió su legitimidad quedando implícito.
En la modernidad con la transición al capitalismo y la construcción social del concepto de amor romántico,  la familia dejo de ser el lugar central de la producción para ser específicamente un espacio de reproducción. Se pasa de la familia extensa de la época tradicional a la familia nuclear, se idealiza el rol de la madre, y se valoriza la individualidad. Para Schmukler  los conceptos de amor romántico y maternidad  constituyeron las dos vías de mistificación del patriarcado. Al pasar a ser el matrimonio un acto voluntario el control patriarcal fue reemplazado por controles más indirectos depositados en el contenido de la palabra amor. El amor romántico transmitía el ideal de igualdad de ambos miembros contribuyendo a velar la desigualdad sexual de la entrega amorosa. “La dependencia afectiva  paso a constituirse en la principal articuladora de la unidad grupal. Las relaciones afectivas tiñeron  todas las demás formas de relación familiar girando alrededor de dos ejes, el amor conyugal y el amor madre-hijos.”[6] De esta manera la mujer paso a cohesionar el grupo familiar, rol que había correspondido al patriarca, por su carácter de proveedora de afecto en ambos ejes (madre- hijos/ mujer-esposo) y de figura estable a cargo de la vida doméstica. A partir de la subordinación emocional, se produjo la subordinación económica de la esposa, ya que el trabajo doméstico perdió su carácter simbólico de trabajo y paso a ser  un servicio de amor. Nueva simbolización del rol femenino que facilitó la idealización de la mujer en el ámbito privado y el encubrimiento de la desigualdad de los roles familiares.
De esta manera quedan constituidos respecto a la feminidad  3 mitos que están enlazados entre sí y conforman el imaginario social que estructura y organiza las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres construidos en la modernidad: el mito de la mujer=madre, el de la pasividad erótica femenina y el del amor romántico, los cuales, a partir del particular ordenamiento dicotómico de lo público y privado, han hecho posible la construcción histórica de las mujeres desde un posicionamiento de “ser de otro” en vez de  “ser de sí”. Actualmente “ella no se somete por amor, sino que se posterga por amor; en esa postergación en el  éxito  de los suyos radicará su felicidad personal.”[7]
Siguiendo a Ana Fernández, esta forma de subjetividad constituye el precipitado histórico de su lugar subordinado en la sociedad, ya que los mitos son constitutivos del sujeto y son recreados en cada individuo singular. Considera a la conyugalidad como el escenario particular de las estrategias de poder entre los géneros sexuales, donde se reproducen discursos de poder legitimadores de su desigualdad. Lo que queda en visibilidad de la institución matrimonial, (considerando a hombres y mujeres de clase media urbana) como un pacto de dos seres libres que se eligen por amor, con un proyecto común de criar y amar a su descendencia. Como una coexistencia armónica, basada en la complementariedad de funciones: el hombre tiene la responsabilidad fundamental del sostén económico de la familia y la mujer la crianza de los hijos y la organización doméstica. Lo invisible  de esta organización, son todos lo componentes referidos a  la violencia dentro de la institución, más allá de la violencia física. “Se han invisibilizado  procesos económicos, sociales y subjetivos que hacen posible que este contrato se lleve a cabo aún hoy, entre dos partes que acuerdan desde diferentes grados de autonomía económica, simbólica, erótica y subjetiva. Por lo que  llegan a él y luego se desarrollan en los límites que tal contrato estipula, es decir en una relación política desigual”[8]  Por lo que se puede considerar a los pactos conyugales actuales como una forma encubierta de tutelaje que reproducen la situación de subordinación de las mujeres, produciéndose en ellas una “subjetividad tutelada”. Es una forma encubierta ya que en la modernidad la tutela de mujeres y niños por parte del varón era una figura jurídica administrativa visible.
El conjunto de significaciones que lo imaginario social instituye con la modernidad en relación a la familia se encarna en lo cotidiano de esta institución y sostiene nuevas formas de lo público y lo privado, de atribuciones  y prohibiciones,  de lo femenino y masculino en este período.  Las mujeres son consideradas en la modernidad como del ámbito privado, relacionadas a la intuición, el afecto, el consumo, emoción,  la donación, la educación de los hijos. Al constituirse la moderna vida privada se produce “la sujeción de la mujer a la familia a través del ingreso del hombre a la producción de lo público, sea por medio del trabajo, del poder o del lenguaje.”[9] Se construyó la imagen dominante del hombre moderno definiendo como valores masculinos a la inteligencia, el poder, la producción, la eficacia, la racionalidad y siendo su lugar el ámbito público.  A su vez, se considera que éste mismo proceso de sentimentalización del espacio privado familiar otorgó una forma de poder a la mujer-madre sobre los bienes simbólicos de los hijos. “La eficacia en cada uno de esos mundos exige modos de subjetivación diferente. Esto incluye no solo diferentes habilidades prácticas. Implica desde diferentes grados de tolerancia a la frustración, hasta formas diferentes de narcisización y distintos modos de ensoñar su futuro.”[10]
Mabel Burin sostiene que “las relaciones de poder entre los géneros femenino y masculino pueden constituir condiciones de vida enfermantes, especialmente cuando se supone que para las mujeres su ejercicio del poder se centrará en los afectos, mientras para los varones sus áreas de poder privilegiadas son el poder racional y el poder económico.” Continúa expresando que “la cultura patriarcal ha generado, mediante esta particular distribución de las áreas de poder entre hombres y mujeres, la producción de sujetos fragilizados, vulnerables, particularmente sensibilizados para enfermar como efecto del ejercicio  del poder en sus áreas específicas.” [11]

ü  Algunas consideraciones sobre cómo afecta esta posible construcción de feminidad moderna  en la salud metal de las mujeres hoy

Mabel Burin, propone la inclusión de los problemas de género femenino en los modos de enfermar de las mujeres y de construir su salud mental. Introduce el término malestar, como una categoría de análisis para operar en el campo de la salud mental de las mujeres. Se trata de una noción transicional  “a medias subjetiva y objetiva, interna y externa”[12], que representaría una lógica conflictiva tensional y no dicotómica. Esta autora sostiene que se puede considerar a la salud mental de las mujeres en términos de conflicto”. Los conflictos son situaciones contradictorias que el sujeto puede o no percibir en su vida. Esta psicoanalista,  no solo se centra en los aspectos individuales y singulares de las pacientes, sino también enfatiza “los conflictos impuestos a la sujeto mujer con respecto a la realidad de la cultura, caracterizada como cultura patriarcal. Que produce modos específicos de enfermar al género femenino.”[13]

Inés Castro  al conceptualizar los tratamientos psicológicos de mujeres realiza una articulación entre los síntomas y las condiciones concretas en que se han producido interpretándolos como “expresión de una historia individual, estructurada en un determinado momento histórico- cultural.”[14]
Esta autora realiza reflexiones sobre porqué consultan las mujeres a partir de su experiencia clínica. Teniendo en cuenta que el grupo de mujeres es de clase media urbana, plantea que los motivos manifiestos de consulta y las áreas de conflicto más frecuentes son: Conflictos en la relación de pareja, dificultades para insertarse en el ámbito público, trastornos psicosomáticos, trastornos en la sexualidad, conflictos con las hijas púberes y adolescentes, trastornos en el ejercicio de la maternidad, estados depresivos. Cuestiones que desde una perspectiva de género, se las puede considerar como consecuencias de la devaluación social del género femenino tan importante para tener en cuenta en los tratamientos psicológicos de dichas mujeres.
Alejándose de la perspectiva tradicional y moderna de considerar a ciertas patologías inherentes al sexo femenino, Inés Castro, articula estos malestares de las mujeres con la construcción del género femenino, considerando su producción desde ciertos valores y parámetros sociales que definen la feminidad.
Desde esta configuración se puede considerar por ejemplo en el caso de los conflictos en relación a la pareja donde predominan vivencias de desvalorización por parte de su compañero, la incidencia de la legitimidad de esta vivencia desde una sociedad patriarcal con valores desiguales donde el hombre es el de mayor prestigio.
También una de las vertientes para pensar las dificultades de las mujeres para insertarse en el ámbito público, tiene que ver con una subjetividad socio –histórica construida dentro de la lógica del mundo privado de la familia, y el trabajo doméstico como lugar exclusivo de la mujer.  En el caso de las niñas o adolescentes se encuentran rasgos de personalidad inhibida, de retraimiento, dificultad para abordar vínculos de amistad. En mujeres adultas dificultades en la actividad laboral y el manejo del dinero. Esta condición de vida facilita el desarrollo de rasgos psíquicos como: la  estructuración de un narcisismo en función de los demás, la dificultad para desarrollar el pensamiento crítico al estar aislada dentro de la familia, el predominio del conocimiento “intuitivo” y de la comunicación preverbal, considerado un instinto de la maternidad,  y el pasaje a la acción se ve coartado en el sentido de realizar los pasos para lograr lo que se proponen. Estar centradas en el trabajo doméstico lleva de la dependencia económica a la dependencia afectiva  por lo tanto a su subordinación social.

En el caso de los trastornos psicosomáticos, en donde se visualiza la dificultad de poner en palabras y reconocer los sentimiento y deseos, se puede considerar desde la construcción de  la mujer de esta ilusión, quien se considera ella misma un ser para los otros en vez de un ser para si, por lo que no desarrolla la habilidad de pensarse a si misma sin pensar en los demás. Quedando en evidencia la subjetividad tutelada  de ciertas mujeres.
En el caso de los estados depresivos de las mujeres, Mabel Burin expresa que están en relación al centramiento  en el poder de los afectos que las ha conducido a que padezcan estados depresivos, como modo privilegiado de su malestar. “La cultura patriarcal ha asignado a las mujeres el rol social de regulación de los afectos en el interior de la pareja y de la familia (…) el fracaso en el desempeño de ese rol conduce a estados depresivos a las mujeres.”[15] Actualmente se considera a la depresión como la enfermedad paradigmática de las mujeres de este fin de siglo.  Lo que Débora Tajer conceptualiza como epidemia de tristeza”, fruto de las situaciones de malestar de las mujeres, efecto de las situaciones de malestar relativas a su lugar subordinado.”[16]
Desde una perspectiva médica tradicional se considera por ejemplo “la depresión puerperal” como  un padecimiento esperable de las mujeres. Sufrir de depresión después del parto, fue un  fenómeno “atribuido a los sentimiento de pérdida de la condición de embaraza (considerada desde una perspectiva patriarcal que ésta era la mayor  experiencia de plenitud posible de una mujer, cuya perdida acarreaba la depresión.)”[17]
En nuestra sociedad la función maternal aparece como una actividad de base instintiva, derivada de la anatomía femenina, estructurándose desde el mito de la mujer=madre, haciendo a la maternidad como  una tarea exclusiva. Produciéndose  como consecuencia que “el hijo sea vivido por la mujer como su propiedad, es de y para ella constituyéndose en el soporte de su identidad. (Soy mujer porque soy madre; soy madre porque tengo hijos a quienes cuidar.)”[18]
Otro fenómeno que se asoció con la depresión y la maternidad fue “el síndrome del nido vació”, “es una reacción que se supone esperable en mujeres de mediana edad cuando sus hijos son grandes y se alejan del hogar.”
Les sucede a las mujeres que consideran a sus hijos de su propiedad. En este caso también se produce la marginación del padre en la crianza de los hijos reproduciéndose el mito del hombre como proveedor  económico de la familia y la mujer a cargo de la crianza de los hijos.
También se asoció la depresión de las mujeres de mediana edad a la pérdida de la capacidad reproductiva.
Desde estas perspectivas en salud mental tradicional y moderna se relaciona a la depresión con lo considerado “esencialmente” femenino: la maternidad, la capacidad procretiva y el rol maternal. Cuestiones que lejos de ser esencias femeninas son construcciones socio históricas de la feminidad. De esta manera se invisibilizan los fenómenos que forman parte de condiciones de vida depresógenas y que es necesario develar a la hora de abordar un tratamiento psicológico.
Los trastornos de la sexualidad en las mujeres se acentúan desde el mito de la pasividad erótica femenina, donde no se incluye el placer en el sexo de las mujeres por fuera del hijo. A esta desvalorización y negación de la capacidad del goce y el deseo Inés Castro llama “la materialización del sexo.”  Sostenida también desde el ideal de la virginidad  (implica algunos supuestos como  que  la necesidad sexual de la mujer es inexistente o menor que la del hombre, quedando la mujer como objeto pasivo para el hombre) y la doble moralidad (quien prescribe  la fidelidad a la mujer y la infidelidad al hombre.). Continúa expresando que “La práctica social  que sostiene estas concepciones es la existencia de dos categorías: para que existan las vírgenes tiene que haber prostitutas. Y este hecho ejerce una influencia especialmente traumática en el psiquismo femenino ya que sella la asociación entre el ejercicio de la sexualidad no reproductiva y la prostitución.”[19] Algunas consecuencias de estas concepciones en las mujeres son: anorgasmia, estados de angustia por insatisfacción, bloqueos e inhibiciones de la actividad en el mundo externo, como desplazamiento del condicionamiento de la pasividad en el área de la sexualidad.


ü  2.4 Algunos factores de la vida cotidiana de las mujeres que pueden incidir en su salud mental.

Mabel Burin denomina  factores de riesgo en salud mental de las mujeres “a aquellos sucesos vitales que tiene cualidad estresante y/o depresógenas, capaces de producir un cambio importante en la vida cotidiana de la mujer.”[20] Estos sucesos vitales son potenciales factores de riesgo para la salud mental de las mujeres y están en relación a otros factores como las características previas de la personalidad de los sujetos, su edad, nivel económico, etnia y religión.
Considera que algunos de los factores de riesgo con mayor insistencia son: a) el matrimonio tradicional. Que es un factor de riesgo para las mujeres y  un factor de protección para los varones b) el trabajo del ama de casa. Por lo que trabajar fuera del hogar es un factor de protección, especialmente en trabajos que las mujeres definen como satisfactorios. Ya que el trabajo extradoméstico estimula otros aspectos del psiquismo como, la actitud crítica y reflexiva, el ejercicio de la comunicación, la posibilidad de proponerse metas y la forma de concretarlas, la toma de decisiones. C) la doble jornada de trabajo, en el ámbito público y en el ámbito doméstico. d) tener tres o más niños pequeños en la casa a su cuidado e) la falta de ayuda o soporte de amigos y familiares, especialmente en las mujeres jefas de hogar. F) la falta de comunicación íntima y confidencial con una pareja g) el aislamiento social, por lo que un factor de protección es la inclusión en grupos: vecinales, artísticos, políticos, etc. H) la centración exclusiva en el poder de los afectos y el descuido o la exclusión del poder racional, económico u otros.
Esta autora propone como paradigma para abordar la salud de las mujeres a un modelo tensional-conflictivo. Es un modelo en construcción que asocia  la salud mental de las mujeres al “enfrentamiento de los conflictos y destaca los estados de crisis (especialmente de las crisis vitales evolutivas –adolescencia, mediana edad- o accidentales –embarazo, aborto, divorcio-) como propiciadores  de transformaciones  para la salud mental. Insiste en la necesidad de la construcción de una subjetividad femenina basada en la participación social, y el concepto de las mujeres como sujetos sociales (..) y un énfasis en analizar las relaciones de poder entre varones y mujeres, y entre mujeres.”[21]
 A partir de los cambios sociales que se produjeron en la Argentina durante las dos últimas décadas, que plantean las autoras Wainerman y Rosa,  como la sanción de la ley de divorcio y el aumento de números de divorcios, el alargamiento de la expectativa de vida de la pareja por lo que se alargan los años de matrimonio, la posibilidad de las mujeres de acceder a un  mayor nivel de educación postergando  de esta manera la maternidad y el matrimonio. El aumento de los hogares unipersonales de la clase media alta y de los hogares monoparentales. Estos cambios han producido distintas prácticas sociales que han incidido en la construcción de las subjetividades de las mujeres y varones de hoy. Wainerman y Rosa sostienen que la familia nuclear “o conyugal es la forma de vida familiar que aparece como modelo de familia en América latina pero no es el único.”[22]
Estos cambios, que anteriormente mencionamos,  trajeron como consecuencia la modificación de los nuevos contratos entre hombres y mujeres y visibilizaron la construcción social de la familia nuclear y sus tipos de relaciones de poder entre los familiares, haciendo tambalear el mito de su naturalidad.  
Ana Fernández sostiene que “junto  con la crisis  actual de legitimidad de las desigualdades de género, se observan una serie de transformaciones y redefiniciones de los lugares sociales de mujeres y hombres que hablarían de un momento de contracción de nuevas subjetividades.”[23]  Redefiniciones que irían de transito de la heteronomía a la autonomía económica, con la consiguiente redistribución de las tareas domésticas, los modelos de éxito para hombres y mujeres, la circulación del dinero, las relaciones de poder dentro de la pareja. También un tránsito de la heteronomía a la  autonomía erótica, con la consiguiente redefinición de los lugares  de la pasividad  y actividad, de los objetos de deseo, de los regímenes de fidelidad de los contratos conyugales. Y un transito de la maternidad como eje central del proyecto de vida femenino  a una maternidad acotada, con la consiguiente redefinición de la paternidad y sus incidencias doméstica.

3. Conclusiones

De esta manera concluimos que los modos  en que viven las mujeres (y varones) los “estigmas” de la construcción  social de su género, limitan y propician el desarrollo de algunas capacidades personales en ciertas áreas de su vida. Lo que produce efectos diferentes en los modos de enfermar en general y en la salud mental específicamente.
 Consideramos que aún las mujeres circulan por la vía pública y privada  con una significativa desigualdad de oportunidades. Por lo que la reproducción del patriarcado continua vigente con otras modalidades en las prácticas, que sostienen la ecuación Hombre=hombre, y Diferente=inferior, por lo que las mujeres siguen en un lugar social de subordinación a la clase dominante masculina.
Sin embargo a partir de los cambios sociales que se están produciendo dentro de la familia nuclear por ejemplo, la necesidad económica para progresar que requiere de que ambos cónyuges trabajen en el mundo público -a pesar de las desigualdades que este brinda para cada género- la inserción en la educación secundaria y terciaria de las mujeres, etc. Son cambios que han producido que las mujeres comiencen a tomar un lugar más activo y autónomo dentro de la sociedad.
 Hoy, en el caso de los varones, se trata de de- construir las naturalizaciones de sus ejercicios cotidianos del poder patriarcal. En las mujeres se tratará de avanzar en la constitución de su autonomía subjetiva, pasando de un ser del otro a un ser de sí. Autonomía personal, en el sentido de “la capacidad de instituir proyectos propios y la producción de acciones deliberadas para lograrlos, es decir subjetivarse como sujetos.” Y también  autonomía de género, llegar al “grado de libertad que una mujer tiene para poder actuar de acuerdo a su elección y no a la de los otros.”[24]

Para lo que es necesario realizar nuevas prácticas desde el ámbito cotidiano micro, hasta las políticas mas generales ya que “el grado de autonomía de un sujeto singular es inseparable del grado de autonomía del grupo social al que pertenece.”[25]
Poder considerar que más allá de lo individual y singular de cada mujer, hay condicionamientos sociales que determinan formas de enfermar divergentes entre hombres y mujeres brinda la posibilidad de hacer visible su construcción y por lo tanto la posibilidad de modificarse, de- construir y reconstruir.

Ana Fernández considera que  el desafió actual será poder inventar una figura inexistente aún en Occidente, que encarne las relaciones entre pares políticos.
Consideramos la incidencia de las formas cotidianas de vivir de las mujeres con las posibilidades sociales construidas y la salud mental de ellas una problemática compleja con múltiples determinantes que aún quedan invisibilizados. Concluimos que es muy importante por parte de los profesionales de la salud mental, y como futuros profesionales en esta área, que consideremos la perspectiva de género a la hora de abordar los tratamientos necesarios, tanto para mujeres como para hombres. Apostando a la creatividad singular que cada sujeto tiene para rearmarse mas allá de los condicionamientos sociales impuestos por el género y poder dar un lugar al devenir sujetos autónomos.


Bibliografía Utilizada

-López M. \"Género y Poder en el Mundo Público" Dpto. de Publicaciones, Fac. Psicología, UBA, 2001
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- Burin, M. Y Col: Estudios sobre la subjetividad femenina. Mujeres y Salud mental, Buenos Aires, Librería de Mujeres, 2º Edición, 2002.

-Castro, I.: “Psicoterapias de mujeres algunos. Aspectos relevantes.” EN Burin, M. Y Col: “Estudios sobre la subjetividad femenina. Mujeres y Salud mental, Buenos Aires, Librería de Mujeres, 2º Edición, 2002. p343

- Tajer D. \"Construyendo una agenda de género en las políticas publicas en salud\" en “Políticas Públicas, Mujer y Salud” Edic. Universidad Nacional del Cauca y RSMLAC, Popayán Colombia, 2004,        27-39
- Tajer, D. “Subjetividades sexuadas contemporáneas. La diversidad posmoderna en tiempos de exclusión” en Meler, I. y Tajer, D. comp. “Psicoanálisis y Género. Debates en el Foro”, op.cit.
- Fernández AM ., \"Autonomías y deconstrucciones de poder” en Meler, I. y Tajer, D. (comp.) Psicoanálisis y Género. Conversaciones en el Foro, op.cit.  
-Schmukler, B.: \"Familia y dominación patriarcal en el capitalismo\",
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-Fernández, A.M.: \"Violencia y conyugalidad: una relación necesaria\", en Giberti, E. y Fernández, A.M. (comp.) “La mujer y la violencia invisible”, Sudamericana, Bs. As., 1989.

- Fernández, A.M.: “La Mujer de la Ilusión”, Cap. VIII.    
Ed. Paidós, Buenos. Aires., 1993.    

-Wainerman C., Geldstein R. “Viviendo en Familia: Ayer y Hoy”, en \"Vivir en Familia” UNICEF/Losada, Bs.As, 1994




[1] López M. \"Genero y Poder en el Mundo Público\" Dpto. de Publicaciones, Fac. Psicología, UBA, 2001p.9
[2] López M. op.cit. p. 6
[3] López M. op.cit. p. 5
[4] Burín, M.: “Nuevas Perspectivas en Salud Mental de Mujeres”. En “Las mujeres en la Imaginación Colectiva”, Paidós, Bs. As., 1992 p.315
[5] Tajer D. \"Construyendo una agenda de género en las políticas publicas en salud\" en “Políticas Públicas, Mujer y Salud” Edic. Universidad Nacional del Cauca y RSMLAC, Popayán Colombia, 2004,27-39
[6] Schmukler, B.:\"Familia y dominación patriarcal en el capitalismo\,en Sociedad, subordinación y feminismo. Ed Magdalena León, Bogotá, 1982. p.56
[7] Fernández, A.M.: “La Mujer de la Ilusión”. Cap VIII “ Conyugalidad, el amor y la guerra por otros medios.”” Ed. Paidos, Buenos.Aires., 1993. p. 204
[8] Fernández, A.M.:  ídem p 186.
[9] Fernández, A.M.: “La Mujer de la Ilusión”. Cap VI “ Hombre públicos, mujeres privadas” Ed. Paidos, Buenos.Aires., 1993. p. 151
[10] Fernández AM ., \"Autonomías y deconstrucciones de poder” en Meler, I. y Tajer, D. (comp.) Psicoanálisis y Género. Conversaciones en el Foro P.129
[11] Burín, M.: “Nuevas Perspectivas en Salud Mental de Mujeres”. En “Las mujeres en la Imaginación Colectiva”, Paidós, Bs. As., 1992
[12] Burín, M.op.cit. P 319
[13] Burín, M.op.cit. P 322
[14] Castro, I.: “Psicoterapias de mujeres algunos. aspectos relevantes.” EN Burin, M. Y Col: “Estudios sobre la subjetividad femenina. Mujeres y Salud mental, Buenos Aires, Librería de Mujeres, 2º Edición, 2002. p343
[15] Burín, M.op.cit. P 318
[16] Tajer, D. op.cit.
[17] Burín, M.op.cit. P 319
[18] Castro, I.; op. cit p:348
[19] Castro, I.; op. cit p:352
[20] Burín, M. “Nuevas Perspectivas en Salud Mental de Mujeres”. En “Las mujeres en la Imaginación Colectiva”, Paidós, Bs. As., 1992. P 328
[21] Burín, M op.cit. p 321
[22] Wainerman C., Geldstein R. “Viviendo en Familia: Ayer y Hoy”, en \"Vivir en Familia” UNICEF/Losada, Bs.As, 1994 p.186
[23] Fernández, A.M.: “La Mujer de la Ilusión”. Cap VIII “ Conyugalidad, el amor y la guerra por otros medios.”” Ed. Paidos, Buenos.Aires., 1993. p. 205
[24] Idem, p.134.
[25] Idem


Articulo 2


“Problemas Antropológicos en Psicología”
Cátedra: Maria Laura Mendez

 Dos autores de Ruptura:
Karl Marx y  Friedrich Nietzche

 Aguilar Analia 
 2007







Expondremos a continuación como plantean  por un lado Karl Marx y por otro el filosofo Friedrich Nietzche, la manera en que puede estar determinado el pensamiento, los ideales en una época, cual es la base de su producción y como recae sobre los sujetos. Y que tipo de sujeto, de hombre plantea cada autor. Realizaremos un breve recorrido de algunas de sus obras y principales pensamientos, sin realizar una comparación de dichos autores.
La importancia de Marx y Nietzche, al igual que Freud recae sobre que son considerados autores de ruptura, de sospecha ya que deconstruyen mitos Occidentales como la traición Platónica de la esencia, de las verdades últimas y únicas, el racionalismo de Descartes, su conciencia o Razón iluminada.  Estos autores dan cuenta de diversa manera como “las prácticas sociales están constituidas y condicionadas también por los relatos que una cultura incorpora a los diferentes niveles de su “sentido común” (…) del cual forman parte las interpretación de una obra, y de una politicidad por la cual la interpretación afecta a la concepción de si que tiene una sociedad.”[1] Han logrado desnaturalizar y dar visibilidad sobre la cristalización de ciertas creencias dogmáticas, hegemónicas, de “regimenes de verdad”, que se impusieron en el discurso de los sujetos y que a su vez expresan la producción de subjetividades, de imaginarios, de ideologías, mediante los cuales una sociedad y una época se explican a sí mismas el funcionamiento del Poder. Lo hegemónico construye un consenso legitimador para determinada forma de dominación. De esta manera se compromete al mismo  lugar del sujeto de la interpretación, podría decirse que la interpretación produce su propio sujeto en la medida en que esta constituido imaginariamente por las interpretaciones que realiza sobre su propia relación simbólica  con el mundo.

Desde Karl Marx
Según Karl Marx (1818-1883) el hombre no puede estar asilado ya que produce sus propios medios de subsistencia y sus herramientas que siempre se producen con otros. Plantea que la economía particular produce relaciones sociales en un determinado modo de producción. Y son estas relaciones sociales las que determinan al hombre.
En el “Manifiesto Comunista” expresa  que el sistema dominante en cada época histórica determina la estructura social y la supraestructura política e intelectual de cada periodo. De este modo la historia de la sociedad
es la historia de las de la lucha entre los explotadores y  explotados, es decir entre la clase social gobernarte y las clases sociales oprimidas. Marx concluye el manifiesto planteando que la clase capitalista sería derrocada y suprimida por una revolución  mundial de la clase obrera que culmina con el establecimiento de una sociedad sin clases.
Pasaremos a desarrollar  las diferentes premisas de Marx anteriormente mencionadas. Comienza el Manifiesto explicando como han cambiado las relaciones sociales a partir de la economía de cada época,  es la burguesía que ha conquistado un gran poder la que ha destruido las relaciones feudales, patriarcales anteriores. Esta clase  “ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituidos  las numerosas libertades escrituradas y bien adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio.”
La burguesía, se ha expandido por todo el mundo a través de los medios de comunicación, ha  despojado a todas las profesiones, al médico, al sacerdote, al poeta los ha convertido en sus servidores asalariados. La burguesía produjo al proletariado moderno y al Estado moderno.
A través del trabajo asalariado se produce “la condición de existencia y de  dominación de la clase burguesa que es a través de  la acumulación de la riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del capital. Por lo tanto, la condición de existencia del capital es el trabajo asalariado.”[2]
El sujeto de la historia es el sujeto práctico, que es por excelencia el proletariado, ya que la condición humana misma tiene que ver con lo que se produce. A demás expresa que las clases medias –pequeño industrial, pequeño comerciante, artesano, campesino- No son revolucionarias sino conservadoras son reaccionarias ya que pretenden volver hacia atrás la rueda de la historia.
Para Marx  la verdad – en el sentido hegeliano- , los principios de la razón no coinciden con el orden social y político existente. Toma a Hegel como representante de las ideologías burguesas. Hegel expresó que la propiedad es la manifestación exterior de la persona libre; pero el proletariado es la clase totalmente desposeída, la que carece de toda propiedad, y por lo tanto ni es libre, ni es persona desde la perspectiva de Hegel. La existencia del proletariado  es el testimonio de que la razón no está totalmente realizada. Según Marx las reconciliaciones en el sistema hegeliano están logradas en el reino del pensamiento y no en la realidad. Concluye planteando que los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras, pero de lo que se de transformarlo. Sostiene entonces que ya no importa filosofar sino modificar el mundo – este mundo humano que lleva en si la transformación del mundo natural.- Y es en este sentido que niega la filosofía (como pura teoría y pretende reemplazarla por la praxis. La solución de los problemas del hombre sólo se alcanzará mediante la praxis revolucionaria, esto es, la acción críticamente dirigida.
Marx plantea que  la estructura económica,  las relaciones sociales de producción, generan la superestructura, que seria el edifico político jurídico, ideológico de una época. En el Manifiesto Comunista, expresa en relación a la época capitalista que “vuestras ideas son en sí mismas producto de las relaciones de producción y de propiedad burguesas, como vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase erigida en ley; voluntad cuyo contenido está determinado por las condiciones materiales de existencia de vuestra clase.”(p.37) De esta manera deja en claro que son los medios de producción propio de una época los que determinan las  ideologías, y la conciencia. No hay verdades eternas, o esenciales, como plantearían algunos filósofos, entre ellos Platón. Marx sostiene que la producción forma el ser del hombre. “Mas exactamente la producción de sus propios medios de existencia, actividad a la vez personal y colectiva (transindividual) lo transforma al mismo tiempo  que transforma irreversiblemente a la naturaleza, para constituir de tal modo la historia.”[3]
De esta manera Marx plantea un “sujeto de la praxis”, expresa que el sujeto es la práctica. Y reconoce al verdadero sujeto en el proletariado. Ètienne Balibar en “La filosofía de Marx”, expresa que el único sujeto del que habla Marx es un sujeto práctico, múltiple, anónimo y por definición no conciente de sí mismo, es un no sujeto: es “la sociedad”, es decir el conjunto de las actividades de producción, intercambio, consumo, cuyo efecto combinado cada uno percibe fuera de sí, como propiedad “natural”  de las cosas “y ese no sujeto o complejo de actividades produce representaciones sociales de objetos al mismo tiempo que objetos representables. La mercancía lo mismo que el dinero, considerando el capital y sus diversas formas es eminentemente una representación a la vez que un objeto, un objeto siempre dado desde el inicio en la forma de una representación”
Marx sostiene una definición de hombre como hombre real, corpóreo, no un hombre abstracto, fuera del mundo. Su esencia radica en las relaciones exteriores, no interior se que tiene con la naturaleza y con otros hombres en el conjunto de sus relaciones sociales que son históricamente cambiantes. Marx concibe al hombre como el ente que se produce a sí mismo, y ese acto autogenerador del hombre es el trabajo, que es un acto de autoproducción. El trabajo es una relación real del hombre con las cosas mismas, con la naturaleza y con los demás hombres. Es la esencia del hombre, ya que es la traducción en la realidad objetiva de lo que es una representación. En el trabajo el hombre muestra su ser. Considera que el hombre es un “ser genérico”, ya que lo propio del hombre reside en  su referencia a lo universal.
Marx plantea que el trabajo “verdadero” es aquel que se realiza libre de la necesidad orgánica. Pero es en la sociedad capitalista donde esta esencia del hombre se invierte  produciendo su alienación. El trabajo se le ofrece al obrero en manera de “trabajo forzado”, por sus necesidades biológicas. El hombre está alienado, se encuentra “ajeno” a sí mismo, vive desconociendo su propia esencia. Según Marx es triplemente alienado. En primer lugar tiene una enajenación respecto a su propia actividad, porque siente que no le pertenece. En segundo lugar, el trabajador está alienado respecto del producto de su trabajo. En el producto está el obrero mismo, porque aquel es su objetivación, algo en que ha puesto su propia persona. Sin embargo ese producto no le pertenece a él sino al capitalista, el dueño de los medios de producción. Y en tercer lugar el obrero está alienado porque no puede elegir su trabajo. No puede elegirlo libremente como él quisiera, sino que este será en relación  al lugar que ocupe dentro del proceso social de producción, que esta determinado por el sistema de producción, la forma de distribución de la riqueza y el poder. La sociedad burguesa, está dividida en clases y  esto contradice  la libertad, por lo anteriormente mencionado.
De estos tipos de alienación, se derivan  otras en relación a lo social, lo político, lo religioso y  filosófico.  En cuanto a las relaciones sociales en lugar de ser relaciones entre personas, son relaciones entre cosas. Donde la actividad propiamente humana –el trabajo- pasó a ser, en vez de un fin,   nada más que un medio  para producir mercancías, y el trabajo mismo con este el hombre se convierte también en una mercancía más.
 Es en El capital, el fetichismo de la mercancía y su secreto, donde Marx se cuestiona de dónde procede el carácter enigmático de la mercancía: “el carácter misterioso de la forma mercancía estriba (…), pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo; un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores. Este quid pro quo es lo que convierte a los productos de trabajo en mercancía, en objetos físicamente metafísicos o en objetos sociales”[4]. Éste es el carácter social peculiar del trabajo productor de mercancías en donde las relaciones sociales se dan entre mercancías y no entre seres humanos; en principio porque es abstraído el producto de todo el trabajo individual y privado previo y segundo porque donde se ve claramente la relación entre los hombres es en el acto del intercambio; son “relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas”[5]. La mercancía es una forma fantasmagórica que oculta las relaciones reales de los sujetos. El salario es una mercancía más, no es natural. Y en lugar de estar las mercancías al servicio del hombre, está el hombre al servicio de la mercancía, y es este el fetichismo de las mercancías.
En “Introducción a la crítica de la economía Política”, cuestiona el punto de vista de los economistas clásicos del siglo XVIII y XIX; entre ellos por ejemplo, Adam Smith. Marx, quien considera necesario romper con la creencia de la eternidad de las condiciones sociales impuestas por la sociedad burguesa, y en cambio, considerar a cada producción como “un estadio determinado del desarrollo social, de la producción de individuos en sociedad”[6]. En este sentido, sostiene que no deberíamos hablar de modos de producción eternos, en abstracto, sino, pertenecientes a una determinada época.
Por otro lado, el modo de producción capitalista genera la idea de que no es necesario relacionarse; de que es posible lograr la producción individual. Ante esto, Marx hace hincapié en la falsedad de esta idea; en el sistema capitalista los hombres efectivamente se relacionan.
Marx plantea que  los 4 momentos de la producción están relacionados entres sí, ellos son: producción, consumo, distribución e intercambio o circulación. “La producción crea los objetos que responden a las necesidades; la distribución los reparte según las leyes sociales: el intercambio vuelve a repartir lo que ya ha sido repartido, pero según las necesidades individuales; y en  el consumo; finalmente, el producto se evade de ese movimiento social, y se convierte, en forma directa, en objeto y servidor de la necesidad individual, que satisface en el disfrute.”
  Por otra parte resulta de la alienación social también una alienación política que se produce por la división entre la vida pública, el ciudadano, los intereses generales por un lado, y la vida del individuo, su trabajo y sus interese privados, por otro. El Estado debería conciliar ambos aspecto, pero no lo hace, sino que el Estado capitalista, perpetúa  la contradicción en la medida en que la sociedad se encuentra dividida en clases y el Estado expresa el dominio de una determinada clase –los que tiene en mayor poder económico- sobre las demás.
Marx considera que se da también una alienación religiosa. Ya que la religión produce una inversión de la conciencia de sí, ya que no se tiene en cuanta un mundo real histórico-social, sino que considera un mundo real “otro mundo”, el cielo, que es solo una ilusión. En un mundo alienado la religión representa el consuelo que el hombre imagina en un ilusorio “más allá”.
Termina concluyendo que como hubo un pasaje del modo de producción asiático al modo de producción antiguo, del antiguo al medieval, y del medieval al burgués, también el modo de producción burgués deberá dejar paso a una nueva estructura de relaciones de producción, el comunismo.

Desde Friedrich Nietzsche.

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) entre muchas de las cuestiones que plantea se pregunta sobre la filosofía hegemónica de su época. Expresa que la filosofía occidental  es una filosofía de la decadencia. En su obra “El  Ocaso de los Ídolos” sostiene que la filosofía de Sócrates es decadente ya que pasa de la inquietud de sí, al conocimiento del sí. Donde se plantea que algo de sí proviene de la  exterioridad. Expresa que  “el sí mismo quiere morir y se aparta de la vida. Ya no es capaz de hacer lo que más quiere: crear por encima de sí.”[7]
Critica duramente a Sócrates, ya que formula que para éste la vida no vale nada,  que tiene un cansancio de vivir, una oposición a la vida. Para Nietzsche la vida es el único valor existente, es una potencia de la acción, es lo que debemos defender. Sócrates captura el conocimiento, le pone límites.
Nietzsche se propone realizar una inversión de todos los valores, vivir sin la falsa protección de los ídolos. El ídolo no es más que lo que hasta ahora se ha venido llamando verdad. Filosofa con el “martillo” y con él intenta mostrar la falsedad de lo que siempre se ha tenido por verdad. Expresa que “lo verdadero  no será un orden social basado en el consenso de la igualdad, sino la supervivencia y la potenciación de los individuos excepcionales y fuertes.”[8]
Plantea que pensar, el verdadero pensamiento, es creación. Lo más parecido al pensamiento es el arte, que escapa de la captura, es pura creación, infinitas posibilidades de conexión. El pensamiento no puede quedar encerrado en el dogma, no necesita demostración. Lo que hace el pensamiento es pensar, es una potencia infinita de nuestra vida finita.
Nietzsche se define como antiplatónico, antidialéctico y antihegeliano. Va a atacar el concepto de verdad que se encuentra en la filosofía de su época como un universal atemporal que vale en todos los espacios y en cualquier tiempo. No existe la verdad y todo es falso. Este planteo deja a la luz que el hombre que busca la verdad al encontrarla, según su posición tendría la dominación y el poder sobre los que no la tienen. En esta posición se encuentra la verdad de la ciencia que inventa sus propios instrumentos para encontrar su propia verdad, y auto legitimarla. Este autor sitúa el absurdo del origen, expresando que no hay un punto de origen único  ni esencial. Ya que buscar el origen es intentar encontrar lo que ya estaba dado, una imagen absolutamente adecuada a sí. Nietzsche expresa que “quien ha alcanzado la libertad de la razón, aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra como un caminante, pero un caminante que no se dirige hacia un punto de destino pues no lo hay.”[9]
Nietzsche plantea que la única posibilidad que queda es la de construir ficciones, lo único que construimos con el pensamiento son ficciones. Las cuales son necesarias ya que no podríamos vivir sin ficciones, necesitamos categorías para pensar, conceptos, sistemas valorativos que son producciones contingentes en la historia. De esta manera realiza una genealogía de la moral para evidenciar como fue la construcción de los conceptos de bien, belleza, justicia entre otros. Utiliza por lo tanto la genealogía como método filosófico. De aquí se pueden extraer dos consecuencias, por un lado se evidencia que todo lo que se dice es una ficción porque no puede ser otra cosa y por otro que todo es interpretación, las cuales no tienen un núcleo central pero crean sentidos para poder vivir. De esta manera a Nietzsche se lo puede situar dentro de un pensamiento de la lógica de la multiplicidad donde no hay posibilidad de lo Uno. Expresa que es un simple prejuicio creer que la verdad es mejor que la apariencia. “No podemos alcanzar realidad mas alta o más profunda que la de nuestros instintos, pues el pensamiento no expresa más que la relación de estos instintos entre sí.”[10]
Nietzsche formula una voluntad de poder, que es un principio natural, es el nombre del juego de fuerzas en relación, que nunca se anulan unas a las otras, están en tensión. La vida misma es lucha, es movimiento.
El poder es una potencia que aumenta nuestra fuerza de existencia y nuestra potencia de acción. Dentro de esta voluntad de poder hay un conjunto de fuerzas activas (son fuerzas cósmicas que nos atraviesan, tienen que ver con el accionar, afirman la vida en tanto diferencian, están ligadas a la alegría, también llamadas Dionisias) y otras reactivas (relacionadas con el odio, la envidia y la resistencia; con la negación de la vida, con la tradición, limita la creación, apresan el pensamiento, también llamadas apolíneas). Hay una imposibilidad de síntesis entre estas.
Las fuerzas activas por cualidad son dominadoras y las reactivas son dominadas.
Según como esta dado el juego de fuerzas en la voluntad de poder, se producirán diferentes sentidos e interpretaciones. La interpretación no esta destinada a resolver falsas “apariencias” de la cultura sino a mostrar de que manera estas “apariencias” pueden expresar una cierta verdad que debe ser construida por la interpretación.
A partir de la  afirmación de la vida Nietzsche expresa un eterno retorno de la diferencia. Todo se transforma, todo esta en movimiento, aparece la diferencia que es incapturable. Se produce una imposibilidad de reversibilidad. Esta temporalidad atraviesa nuestra subjetividad, hay un tiempo finito pero el pensamiento es infinito este tipo de temporalidad se diferencia del pensamiento occidental del siglo XIX el cual planteaba el tiempo en términos lineales evolutivos acumulativos. El tipo de temporalidad causa efectos en la producción de subjetividad. De esta manera Nietzsche plantea a un ser del devenir en constante transformación diferente al ser estático univoco del platonismo. A este ser del devenir lo llama Ultra hombre, es aquel hombre que se supera a sí mismo, que se transforma a sí mismo, que no intenta convencer a otros ni dominarlos (ya que esto sería una expresión de fuerza reactiva). Y este ser del devenir es un ser del lado de las fuerzas activas quien es conciente de su estado transitorio. Aquel que reconoce a las fuerzas reactivas y se transforma deviniendo otro, realizando un cambio de perspectiva. Es el mismo hombre pero visto desde otra perspectiva. No hay ser en sí y tampoco conocimiento en sí. Expresa un carácter perspectivo del conocimiento, donde hay conocimiento bajo la forma de ciertos actos que son diferentes entre sí y múltiples en su esencia, actos por los cuales el ser humano se apodera violentamente de ciertas cosas, reacciona a ciertas situaciones, le impone relaciones de fuerza.
En su obra “Genealogía de la moral” Nietzsche, critica a los genealogistas de la moral (él los llama “psicólogos ingleses”) quienes dan una explicación utilitarista sobre el origen de la moral. Estos consideraban que en un principio fueron llamadas “buenas” las acciones no egoístas porque resultaban útiles a quienes se beneficiaban de ellas, y luego esta utilidad se olvidó pero el hábito continuó e hizo que se creyera que eran buenas en sí mismas. En dicha obra formula tres formas de decadencia de la conciencia: 1- el resentimiento, que tiene que ver con la tipología psicológica judía, la gran rebelión contra los valores nobles  2- la mala conciencia, que tiene que ver con la tipología cristiana  3- el ideal ascético, que tiene que ver con el filosofo sacerdote.
En el tipo judío, el resentimiento se proyecta hacia fuera culpando a otros. En el tipo cristiano el resentimiento se introyecta a través de la culpa en donde las fuerzas reactivas se vuelven contra si. Ya que por haber asesinado al hijo de Dios, este Dios del amor se propaga una deuda eterna a través de las generaciones, no queda más que sufrir, sacrificarse. El tipo ascético se mantiene en la voluntad de la nada, un estado cercano a cero, lograr la homeostasis. Una voluntad de final, un ideal del decadente.
Para Nietzche las valoraciones  surgen de una forma de ser, de una forma de hallarse en la vida y en la sociedad. No interpreta la moral de Occidente sino el discurso que construyó Occidente sobre la moral. No se trata solo de examinar críticamente la verdad o falsedad de unas determinadas proposiciones, sino de desenmascarar ilusiones y autoengaños, es decir de sospechar de aquello que se nos ofrece como verdadero. Poner en duda el valor de esos valores morales. Expresa que “los volares morales no existen, solo existen interpretaciones morales de los fenómenos.”
En “Mas allá del bien y del mal”, Nietzsche expresa que la mayor parte del pensamiento conciente debe incluirse dentro de las actividades instintivas sin exceptuar el pensamiento filosófico. Ya que la aparente libertad de sus evaluaciones de valores están impuestos por la necesidad de mantener un determinado género de vida. “El hombre perteneciente a la élite busca instintivamente su torre de marfil, un valuarte que lo libere de la masa, donde poder olvidar al hombre, cuya regla, sin embargo constituye la excepción.”[11]  Y continúa sosteniendo que la venganza favorita de los espíritus limitados  sobre a aquellos de mente más amplia es la de anunciar juicios y condenaciones morales.
Contra las tres tipologías psicológicas, mencionadas anteriormente, va a plantear su teoría del ultra hombre, que no es un punto de llegada, es una trasformación constante. Una superación de sí mismo, un reconocimiento de las propias fuerzas reactivas; Planteando entonces “un sujeto, un ser del devenir.
 El personaje central de su obra “Así hablo Zaratustra” sería el profeta de este ultra hombre. Allí expresa que “la grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.” El hombre es algo que debe ser superado.
 Otra de las concepciones que Nietzche es que “Dios ha muerto”. Que no existe por lo tanto un mundo trascendente, que es esta vida nada más. Zaratustra dice: “¡Permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores lo sepan o no.”  Los dioses son creaciones humanas. En  “De los transmundanos” expresa que el sufrimiento y la impotencia fue lo que creó todos los trasmundos, que son una nada celeste.  Sólo la muerte de Dios permitirá al hombre librarse de una moral contraria a las exigencias de la vida. Ya que todos “los viejos monstruos de la moral” coinciden en sostener que hay que matar las pasiones.
Zaratustra incita a apartarse del rebaño, para romper con los valores. “Compañero para su camino busca el creador, y no cadáveres, ni rebaños ni creyentes. Compañeros en la creación busca el creador, que escriban nuevos valores en tablas nuevas.”
 En esta obra, en “De las tres transformaciones” Nietzsche, formula las tres transformaciones del espíritu: el espíritu se convierte en camello, de camello a león y de león en niño.  El espíritu camello, carga con los valores y los lleva a todos lados. Carga con ellos, se su fortaleza se regocija y es respetuoso.
 El espíritu león destruye y desgarra los altos valores. Quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor en su propio desierto. El espíritu del león dice “yo quiero”.
 El espíritu del niño es inocencia, es olvido, un nuevo comienzo, un juego,  una rueda que se vuele por sí misma.
Crea nuevos valores. No le interesa la dicotomía. La historia es perjudicial para la vida, el olvido es necesario para la vida y la creación. El niño expresa: cuerpo soy yo y el alma. La capacidad del olvido es una fuerza activa, es una forma de salud. “Zaratustra está transformado, Zaratustra se ha convertido en niño”.
Este tipo de hombre es repudiado por la filosofía, ya que esta tiene una carencia de sentido histórico, odio al devenir, y afán al estatismo. Intentaron librarse de los sentidos por engañosos, porque demuestran que  todo deviene, perece y cambia, y lo hicieron a través de la razón. Pero el ser, la unidad, el yo es una ficción vacía.
Con está psicología rudimentaria, caemos en un fetichismo de cree que la voluntad es una causa en general. “Cree en el  “yo”, cree que el yo es un ser, una sustancia y proyecta sobre todas las cosas la creencia en el yo como sustancia. Así es como crea el concepto de cosa.”[12]
La vida para Nietzche  esta en relación con el dolor, la lucha y la irracionalidad, y rechaza la actitud de resignación ante esto.
 Según Nietzche los cuatro grandes errores de la filosofía son: el error de confundir la causa con el efecto; el error de la causalidad falsa;  el error de las causas imaginarias y el error de la libre voluntad. También exige a los filósofos situarse mas allá del bien y del mal, poniendo por debajo de sí la ilusión del juicio moral, ya que no existen los hechos morales.
Concluye afirmando que  el hombre “no es  la consecuencia  de una intensión  que le sea propia, de una voluntad de una finalidad. No se ha intentado alcanzar con él un ideal de hombre, o un ideal de felicidad, o un ideal de moralidad;  Es absurdo tratar de encaminar su ser a un fin cualquiera, porque en realidad no hay finalidad alguna… Somos necesarios somos un fragmento de fatalidad: formamos parte del todo; no hay nada que pueda juzgar, medir, comparar y condenar nuestra existencia.” [13]

Bibliografía
Ø  Carpio P. Adolfo: “Principios de filosofía. Una Introducción a su problemática”, Buenos Aires,Glauco, 2004. p. 350-376
Ø  Deleuze, Gilles.,  “Nietzsche y la filosofía”.  Cap III “La crítica”. En  www.nietzscheana.com.ar
Ø  Foucault, Michel. “Nietzche, Freud, Marx”. Revista Eco nº 113/5, Bogotá, Colombia.
Ø  Foucault, Michel., “Nietzche, la genealogía, la historia.” En www.nietzscheana.com.ar
Ø  Marx, K., Engels F. “Manifiesto del partido comunista”. Ediciones Clásicas, Argentina
Ø   Balibar, Etienne. “La filosofía de Marx”, Nueva Visión,  Buenos Aires, 2006.
Ø  Marx, Karl,“Introducción a la Crítica de la Economía Política”,pág 21 a 51,Ediciones Carabela, Buenos Aires,1980
Ø  Marx, Karl, “El Capital”, Tomo I, secc.1, pto. 4: “El fetichismo de la mercancía y su secreto”, pág. 36 a 47, Fondo de Cultura Económica, México, 1968.
Ø  Nietzsche, Friedrich., “El ocaso de los ídolos”, Gradifco, Buenos Aires, 2004
Ø  Nietzsche, Friedrich., “Genealogía de la moral”, Prólogo, Tratados 1 y 2”, pág 7-110.Alianza,Madrid, 1987.
Ø  Nietzsche, Friedrich., “Así Hablo Zaratustra”, Ediciones Libertados, Buenos Aires, 2003.
Ø  Nietzsche, Friedrich., “Mas allá del bien y del Mal”, Ediciones Libertados, Buenos Aires, 2003.
Ø  Nietzsche, Friedrich., “Humano, demasiado humano” En www.nietzscheana.com.ar














[1] Foucault, Michel. Nietzche, Freud, Marx. Prologo de Eduardo Grüner: “Foucault: una política de la interpretación.” Revista Eco nº 113/5, Bogotá, Colombia. P.19
[2] Marx, K., Engels F. Manifiesto del partido comunista. Ediciones Clásicas, Argentina p.32
[3] Balibar, Etienne. La filosofía de Marx, Nueva Visión,  Buenos Aires, 2006. p.24
[4] Marx, Karl, El Capital, Tomo I, secc.1, pto. 4: “El fetichismo de la mercancía y su secreto”, pág. 36 a 47, Fondo de Cultura Económica, México, 1968, pág. 37-38
[5] Ídem, pág. 38
[6] Ídem, pág 23
[7] Nietzsche, Friedrich., “Así Hablo Zaratustra”, “De  los despreciadores del cuerpo”. Ediciones Libertados, Buenos Aires, 2003. p.40
[8] Nietzsche, Friedrich., “El ocaso de los ídolos”, Gradifco, Buenos Aires, 2004 p.10

[9] Nietzsche, Friedrich., “Humano, demasiado humano” El caminante.  En www.nietzscheana.com.ar
[10] Nietzsche, Friedrich., “Mas allá del bien y del Mal”, El espíritu libre. Ediciones Libertados, Buenos Aires, 2003. p 44
[11] Nietzsche, Friedrich., “Mas allá del bien y del Mal”, El espíritu libre. Ediciones Libertados, Buenos Aires, 2003. p35

[12] Nietzsche, Friedrich., “El ocaso de los ídolos”,  la razón en la filosofía Gradifco, Buenos Aires, 2004 p 43
[13] Nietzsche, Friedrich., “El ocaso de los ídolos”,  Los cuatro grandes errores. Gradifco, Buenos Aires, 2004 p 68